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El 20 septiembre de agosto de 1519 una flota española formada por cinco barcos y al mando de un portugués, Fernando de Magallanes, partió del puerto de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) con el objetivo de encontrar el paso marítimo hacia los territorios de las Indias Orientales y buscar el camino que, recorriendo siempre mares castellanos (según el Tratado de Tordesillas), se llegase a las islas de las Especias, lo que era llamada la ruta del oeste.

Tras tres años de peligros y descubrimientos un único barco (nave Victoria) con 17 supervivientes regresó a puerto al mando de Juan Sebastián Elcano. Tras esta hazaña heroica el mundo por primera vez fue global, la primera vuelta al mundo se había completado y ya no quedaban océanos sin descubrir. En aquellos tres años hubo motines, ejecuciones, naufragios, empalamientos, combates y una terrible hambruna. Pero el principal problema fue otro, el escorbuto.

 

La naranja, un remedio natural para la falta de vitamina C

 

El escorbuto es una enfermedad que resulta de una deficiencia de vitamina C que se requiere para la síntesis de colágeno. Siendo el colágeno el componente más abundante de la piel y huesos, y es esencial para conservar una piel joven y saludable, y unos huesos fuertes y sanos. El nombre químico (técnico) para la vitamina C, ácido ascórbico, procede del nombre latino del escorbuto, scorbutus. Esta avitaminosis presenta síntomas que incluyen manchas en la piel, problemas en las encías, perdida de dientes, hemorragias o dificultades para la cicatrización de las heridas. Urdaneta, compañero de Elcano en la expedición de Loaísa escribe:

 

"Toda esta gente que falleció (unos 30 desde la salida al océano) murió de crecerse las encías en tanta cantidad que no podían comer ninguna cosa y más de un dolor de pechos con esto; yo vi sacar a un hombre tanto grosor de carne en las encías como un dedo, y otro día tenerlas crecidas como si no le hubiera sacado nada."

 

Los marineros pasaban meses alimentándose de carne salada, galletas o cereales que eran alimentos de excelente conservación en el tiempo. La primera gran expedición que consiguió no tener bajas por esta enfermedad nutricional fue la española comandada por Alejandro Malaspina. El médico de los expedicionarios, Pedro González, estaba convencido que la solución eran las naranjas y limones y cargó todas las que pudo, reabasteciéndose aprovisionamiento cada vez que tocaban puerto. Tras pasar 56 días a mar abierto, solo tuvo un brote, que afectó a 5 marineros, unos de gravedad, pero que se curaron inmediatamente tras pasar tres días en Guam y conseguir fruta fresca.

 

El primer hombre que estudió este fenómeno con éxito fue el Dr. James Lind, medico entrenado en Edimburgo, y asignado como cirujano a un barco de la Marina Real Inglesa en 1739. En sus escritos, Lind afirmaba que el escorbuto durante la última guerra, había sido más destructivo que el enemigo y que el costo en vidas había sido más que en todas las batallas con las armadas de Francia y España juntas. Su descubrimiento en relación a que el jugo de cítricos curaba y prevenía el escorbuto, cambió diametralmente las cosas y abrió nuevos rumbos para la navegación y las exploraciones. Sin embargo su descubrimiento no fue fácilmente aceptado. Fue en el barco de su majestad, Salisbury en el año 1747. Lo relata en su libro “Tratado del Escorbuto”, en la siguiente forma:

 

Escogió 12 pacientes con síntomas declarados de escorbuto, los más parecidos posible. Los colocó juntos en un lugar y a todos les dio la misma dieta. Sin embargo, al último grupo, le dio naranjas y limones, repartidos tres veces al día. Los resultados fueron claros, los que habían tomado cítricos a los pocos días ya estaban en perfecto estado de salud. De esta manera Lind tuvo el merito de desarrollar el primer ensayo clínico comparado. Esta idea que ahora parece tan simple y lógica, en ese tiempo marcó una revolución. A pesar de la trascendencia del descubrimiento que solucionaba un problema tan grave para la navegación mediante un tratamiento tan simpe y económico, pasaron muchos años sin que se tomaran medidas. Fue el Capitán Cook quien convenció al almirantazgo después de regresar de un largo viaje, para que la medida fuera implementada en la Marina Inglesa. Como el mismo Lind señala: No es fácil eliminar los prejuicios o contradecir opiniones que han sido aceptadas por el establishment y por las grandes autoridades”.

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